En mi memoria encierro un tesoro dividido en diversos compartimentos, en
cada uno de ellos hay un cofre mágico cerrado o abierto, donde reposa lo más
preciado de nuestro ser, todas las vivencias por las que he pasado.
Escondemos en nuestro interior todo aquello que a la hora de la verdad ha
quedado en nosotros, tanto en el recuerdo como en el olvido y que nos hace ser
como somos, guiándonos por los pálpitos de nuestro corazón.
A veces el cofre está lleno de sabores como los guisos de la abuela María, de
desayunos en la cama, de aromas de flores silvestres en primavera, de olor a tierra
mojada, de sonidos de risas y carcajadas, de olas rompiendo en un acantilado, de miradas
que no podemos borrar, o de caricias que siempre vamos a recordar.
Otras veces decidimos cerrar el cofre con llave e ignorarlo en nuestra memoria,
sabemos lo que hay ahí, y no es está oculto, simplemente, tras la imposibilidad
de abordar ciertas situaciones, hubo un momento en el que tras mucho pesar
decidimos cerrarlo con llave para poder continuar.
Algunas veces, cuando vuelvo al pasado, intento abrir esos cofres cerrados,
negros, oxidados, con llave y con candados, para ver que queda allí, y rápidamente los
cierro, para poder seguir sonriendo y viviendo cada día como si fuese el más
importante que voy a tener.
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