lunes, 13 de octubre de 2014

Demostraciones

Los primeros destellos del amanecer gris pálido de las tempranas horas de la mañana, la fragilidad del cielo medio encapotado de octubre que da la sensación de poder echarse a llorar en cualquier momento, y el olor a otoño que ya deambula por el viento, hacen que muchas personas se vuelvan  más sensibles en esta época del año.

Como cada mañana mientras me dirijo a trabajar escucho algún programa de radio. Dicen que en la variedad está el gusto, así que no le soy fiel a ninguna emisora en concreto, tengo mis tres o cuatro preferidas, y las voy alternando, así que lo que escuche depende de cómo se presente el día, de si me transmite algo especial, si me hacen reír, o simplemente escuchar con atención y claro está de si hay interferencias que me obliguen a cambiar o no de programa.

Y eso me ha pasado hoy, al encender la radio ya me he percatado de que no era la misma emisora de ayer, y sin embargo algo me ha hecho seguir escuchando una declaración de amor tan bonita, tan sentida, tan sincera… de un chico a la que fue su novia durante nada menos que 9 años y luego se ha  convertido en su esposa  desde hace la friolera de otros 10 años, que ha hecho que se removiese algo en mi interior. Justamente después del momento hipersensible de primera hora de la mañana he pensado en una conversación  con mi queridísimo cuñado sobre las declaraciones y demostraciones varias de amor.

Hay muchos personajes del género masculino, entre los que él se incluye, ni que decir tiene, que piensan que las declaraciones de amor, regalos, demostraciones de cariño, etc. son solo para los primeros años ( o meses ) de la pareja… que luego uno al afianzarse ya no necesita este tipo de recursos para mantener viva esa llamita de pasión en la pareja. Que basta con hacer la cena una noche  una vez al mes  y decirte;

-         A que está muy rico cariño… te lo he hecho con todo mi amor!

Mucha gente se ríe,  ( no sé si con crueldad,  envidia o tal vez incomprensión ) de aquellas personas que les cuentan; que son capaces de demostrar tanto día a día como en ocasiones especiales a su pareja que la quieren y que se preocupan por ella sin importarles hacer un poquitín el ridículo o lo que piensen los demás de ellos ya que sus sentimientos están por encima de lo que pueda pensar cualquier “amigo” suyo.

Creo que a la mayoría de las mujeres y a muchos hombres también, les gustaría encontrar a esa persona especial que te despierte cada mañana con un beso de buenos días, que te sorprenda de vez en cuando con una flor, un poema, o un paseo a ninguna parte donde solo estéis los dos cogidos de la mano.
Sin embargo,  al no empatizar con los sentimientos de otras personas hace que en un momento determinado, sin saber muy bien porqué, se pierda una ilusión por el camino…


Una cosa es valorar lo que tenemos y otra muy distinta es saber mantenerlo y aprender a regar cuando sea necesario las flores de nuestro jardín, hay veces que la rutina y el aburrimiento inundan nuestros días, así que personitas (del género masculino sobre todo), os animo a hacer alguna locura o genialidad, para demostrar a ese alguien especial para vosotros, que efectivamente es eso, una persona especial en vuestras vidas. 

viernes, 3 de octubre de 2014

El Mejor Regalo

Podemos medir la importancia que tienen para nosotros ciertas cosas dependiendo del tiempo que las dedicamos,  para conocer las prioridades de una persona hay que fijarse en como da uso el tiempo del que dispone en su vida cotidiana.

Cuando le dedicamos nuestro tiempo a una persona, ya sea nuestra pareja, nuestros hijos,  amigos o familia, estamos regalando  una parte de nuestra vida que nunca podremos recuperar, porque nuestro tiempo es la vida misma, que transcurre cada día, cada momento, cada minuto y segundo.

Cansada de escuchar  cómo mucha gente critica a los demás por no sacar tiempo para hacer infinidad de actividades;  empezando por ir al cine, a fiestas, excursiones y terminando por ir al gimnasio o hacer deporte, etc.  He decidido contestar:

Dicen que cuando pensamos en nuestra infancia tenemos vagos recuerdos, algunos difusos, unos alegres, otros tristes, de olores, sabores y hasta de colores. Los recuerdos mejor guardados, los que más atesoramos, son los que tienen que ver con nuestra vida diaria, y con las personas a las que queremos.

Yo voy a dedicar mi tiempo a lo que realmente considere importante y quiera hacer, quiero estar con mi hija el mayor tiempo posible, con mi familia, y amigos. Voy a trabajar como todo hijo de vecino que hoy en día tiene la suerte de tener trabajo, pero una vez que estoy fuera, no quiero agobios, ni estrés, ni malas caras, quiero vivir, sin más.

Cuando pase el tiempo y mi hija piense en mí, quiero que sus recuerdos conmigo sean de besos y abrazos, de risas y cosquillas. Que se acuerde de cómo nos podemos pasar horas haciendo dibujos de soles, del olor a bizcocho que cocinamos los fines de semana, de las canciones para dormir, de que la voy a buscar al colegio todas las tardes… De que la diré que si a mil cosas que son que sí y que no a otras tantas que son que no. El mejor regalo que se le puede hacer a cualquier persona es nuestro tiempo.

Ídem de lo mismo para todo aquel que se cruza por mi camino; no es suficiente decir a una persona que hemos elegido para que comparta nuestra vida, aunque sean solo unos ratitos de nuestro tiempo,  que es importante, se lo tenemos que demostrar, prestando atención cuando nos hablan, (en vez de mirar cómo pasan los coches por la calle), escuchar lo que nos tienen que decir y opinar sin atacar ni menospreciar, haciéndola reir, y que quiera volver a compartir otro ratito más de su vida contigo.

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Cuento sobre el tiempo y el dinero

Un hombre que llegó a su casa muy tarde, cansado e irritado, encontró a su hijo de 5 años esperándole en la puerta.
- "Papá, ¿puedo hacerte una pregunta?".
- "Seguro, ¿de qué se trata?", contestó el hombre.
- "Papá, ¿cuánto dinero ganas en una hora?".
- "¡Eso no te importa! ¿Por qué me haces esa pregunta?", dijo el hombre enfadado.
- "Necesito saberlo. Contéstame: ¿cuánto dinero ganas en una hora?", rogó el niño.
- "Si necesitas saberlo, gano 40 euros por hora".
- ¡Oh!, replicó el niño, haciendo una reverencia con la cabeza. Luego dijo: "¿Puedes prestarme 25 euros?".
El padre se puso muy furioso, y le dijo:
- "Si la razón por la que necesitas saber lo que gano, es que te preste dinero para comprar un estúpido juguete o alguna otra cosa sin sentido, entonces vete derecho a tu habitación y acuéstate. Piensa porqué te estás volviendo tan egoísta. Yo trabajo duro muchas horas al día y no tengo tiempo para chiquilladas".
El niño se fue tranquilamente a su habitación y cerró la puerta. El hombre se sentó y comenzó a pensar acerca de la pregunta de su hijo y en cómo le había desafiado con tales preguntas únicamente para obtener algo de dinero. Pasada aproximadamente una hora, el hombre se había calmado y pensó que podría haber sido algo duro con su hijo. Podría ser que él realmente necesitase comprar algo con esos 25 euros; además, el niño no solía hablar a menudo de dinero. Entonces fue a la habitación de su hijo y abrió la puerta.
- "¿Estás dormido?", preguntó.
- "No papá, estoy despierto", contestó el niño.
- "He estado pensando que antes tal vez fui demasiado duro contigo", dijo el hombre. "Ha sido un día largo y descargué mi ira sobre ti. Aquí tienes los 25 euros que me pedías".
El niño se incorporó, contento y dijo:
- "Gracias, papá", exclamó, y levantando su almohada, sacó algunas monedas y unos arrugados billetes.
El hombre, viendo que el niño ya tenía dinero, comenzó a enfurecerse de nuevo. El niño contó lentamente su dinero y miró a su padre.
- "¿Por qué necesitas más dinero, si ya tienes bastante", refunfuñó el padre.
- "Porque no tenía suficiente, pero ahora sí", replicó el niño, y siguió:
- "Papá, ahora tengo 40 euros. ¿Puedo comprar una hora de tu tiempo?"