viernes, 3 de octubre de 2014

El Mejor Regalo

Podemos medir la importancia que tienen para nosotros ciertas cosas dependiendo del tiempo que las dedicamos,  para conocer las prioridades de una persona hay que fijarse en como da uso el tiempo del que dispone en su vida cotidiana.

Cuando le dedicamos nuestro tiempo a una persona, ya sea nuestra pareja, nuestros hijos,  amigos o familia, estamos regalando  una parte de nuestra vida que nunca podremos recuperar, porque nuestro tiempo es la vida misma, que transcurre cada día, cada momento, cada minuto y segundo.

Cansada de escuchar  cómo mucha gente critica a los demás por no sacar tiempo para hacer infinidad de actividades;  empezando por ir al cine, a fiestas, excursiones y terminando por ir al gimnasio o hacer deporte, etc.  He decidido contestar:

Dicen que cuando pensamos en nuestra infancia tenemos vagos recuerdos, algunos difusos, unos alegres, otros tristes, de olores, sabores y hasta de colores. Los recuerdos mejor guardados, los que más atesoramos, son los que tienen que ver con nuestra vida diaria, y con las personas a las que queremos.

Yo voy a dedicar mi tiempo a lo que realmente considere importante y quiera hacer, quiero estar con mi hija el mayor tiempo posible, con mi familia, y amigos. Voy a trabajar como todo hijo de vecino que hoy en día tiene la suerte de tener trabajo, pero una vez que estoy fuera, no quiero agobios, ni estrés, ni malas caras, quiero vivir, sin más.

Cuando pase el tiempo y mi hija piense en mí, quiero que sus recuerdos conmigo sean de besos y abrazos, de risas y cosquillas. Que se acuerde de cómo nos podemos pasar horas haciendo dibujos de soles, del olor a bizcocho que cocinamos los fines de semana, de las canciones para dormir, de que la voy a buscar al colegio todas las tardes… De que la diré que si a mil cosas que son que sí y que no a otras tantas que son que no. El mejor regalo que se le puede hacer a cualquier persona es nuestro tiempo.

Ídem de lo mismo para todo aquel que se cruza por mi camino; no es suficiente decir a una persona que hemos elegido para que comparta nuestra vida, aunque sean solo unos ratitos de nuestro tiempo,  que es importante, se lo tenemos que demostrar, prestando atención cuando nos hablan, (en vez de mirar cómo pasan los coches por la calle), escuchar lo que nos tienen que decir y opinar sin atacar ni menospreciar, haciéndola reir, y que quiera volver a compartir otro ratito más de su vida contigo.

- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -
Cuento sobre el tiempo y el dinero

Un hombre que llegó a su casa muy tarde, cansado e irritado, encontró a su hijo de 5 años esperándole en la puerta.
- "Papá, ¿puedo hacerte una pregunta?".
- "Seguro, ¿de qué se trata?", contestó el hombre.
- "Papá, ¿cuánto dinero ganas en una hora?".
- "¡Eso no te importa! ¿Por qué me haces esa pregunta?", dijo el hombre enfadado.
- "Necesito saberlo. Contéstame: ¿cuánto dinero ganas en una hora?", rogó el niño.
- "Si necesitas saberlo, gano 40 euros por hora".
- ¡Oh!, replicó el niño, haciendo una reverencia con la cabeza. Luego dijo: "¿Puedes prestarme 25 euros?".
El padre se puso muy furioso, y le dijo:
- "Si la razón por la que necesitas saber lo que gano, es que te preste dinero para comprar un estúpido juguete o alguna otra cosa sin sentido, entonces vete derecho a tu habitación y acuéstate. Piensa porqué te estás volviendo tan egoísta. Yo trabajo duro muchas horas al día y no tengo tiempo para chiquilladas".
El niño se fue tranquilamente a su habitación y cerró la puerta. El hombre se sentó y comenzó a pensar acerca de la pregunta de su hijo y en cómo le había desafiado con tales preguntas únicamente para obtener algo de dinero. Pasada aproximadamente una hora, el hombre se había calmado y pensó que podría haber sido algo duro con su hijo. Podría ser que él realmente necesitase comprar algo con esos 25 euros; además, el niño no solía hablar a menudo de dinero. Entonces fue a la habitación de su hijo y abrió la puerta.
- "¿Estás dormido?", preguntó.
- "No papá, estoy despierto", contestó el niño.
- "He estado pensando que antes tal vez fui demasiado duro contigo", dijo el hombre. "Ha sido un día largo y descargué mi ira sobre ti. Aquí tienes los 25 euros que me pedías".
El niño se incorporó, contento y dijo:
- "Gracias, papá", exclamó, y levantando su almohada, sacó algunas monedas y unos arrugados billetes.
El hombre, viendo que el niño ya tenía dinero, comenzó a enfurecerse de nuevo. El niño contó lentamente su dinero y miró a su padre.
- "¿Por qué necesitas más dinero, si ya tienes bastante", refunfuñó el padre.
- "Porque no tenía suficiente, pero ahora sí", replicó el niño, y siguió:
- "Papá, ahora tengo 40 euros. ¿Puedo comprar una hora de tu tiempo?"

No hay comentarios:

Publicar un comentario