Podemos medir la importancia que
tienen para nosotros ciertas cosas dependiendo del tiempo que las
dedicamos, para conocer las prioridades
de una persona hay que fijarse en como da uso el tiempo del que dispone en su
vida cotidiana.
Cuando le dedicamos nuestro
tiempo a una persona, ya sea nuestra pareja, nuestros hijos, amigos o familia, estamos regalando una parte de nuestra vida que nunca podremos
recuperar, porque nuestro tiempo es la vida misma, que transcurre cada día,
cada momento, cada minuto y segundo.
Cansada de escuchar cómo mucha gente critica a los demás por no
sacar tiempo para hacer infinidad de actividades; empezando por ir al cine, a fiestas, excursiones
y terminando por ir al gimnasio o hacer deporte, etc. He decidido contestar:
Dicen que cuando pensamos en
nuestra infancia tenemos vagos recuerdos, algunos difusos, unos alegres, otros
tristes, de olores, sabores y hasta de colores. Los recuerdos mejor guardados,
los que más atesoramos, son los que tienen que ver con nuestra vida diaria, y
con las personas a las que queremos.
Yo voy a dedicar mi tiempo a lo
que realmente considere importante y quiera hacer, quiero estar con mi hija el
mayor tiempo posible, con mi familia, y amigos. Voy a trabajar como todo hijo
de vecino que hoy en día tiene la suerte de tener trabajo, pero una vez que estoy
fuera, no quiero agobios, ni estrés, ni malas caras, quiero vivir, sin más.
Cuando pase el tiempo y mi hija
piense en mí, quiero que sus recuerdos conmigo sean de besos y abrazos, de risas
y cosquillas. Que se acuerde de cómo nos podemos pasar horas haciendo dibujos
de soles, del olor a bizcocho que cocinamos los fines de semana, de las
canciones para dormir, de que la voy a buscar al colegio todas las
tardes… De que la diré que si a mil cosas que son que sí y que no a otras
tantas que son que no. El mejor regalo que se le puede hacer a cualquier
persona es nuestro tiempo.
Ídem de lo mismo para todo aquel
que se cruza por mi camino; no es suficiente decir a una persona que hemos
elegido para que comparta nuestra vida, aunque sean solo unos ratitos de
nuestro tiempo, que es importante, se lo
tenemos que demostrar, prestando atención cuando nos hablan, (en vez de mirar cómo
pasan los coches por la calle), escuchar lo que nos tienen que decir y opinar
sin atacar ni menospreciar, haciéndola reir, y que quiera volver a compartir
otro ratito más de su vida contigo.
- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -
Cuento sobre el tiempo y el dinero
Un hombre que llegó a su casa muy tarde,
cansado e irritado, encontró a su hijo de 5 años esperándole en la puerta.
- "Papá, ¿puedo hacerte una pregunta?".
- "Seguro, ¿de qué se trata?", contestó el
hombre.
- "Papá, ¿cuánto dinero ganas en una hora?".
- "¡Eso no te importa! ¿Por qué me haces esa
pregunta?", dijo el hombre enfadado.
- "Necesito saberlo. Contéstame: ¿cuánto dinero
ganas en una hora?", rogó el niño.
- "Si necesitas saberlo, gano 40 euros por
hora".
- ¡Oh!, replicó el niño, haciendo una reverencia con la
cabeza. Luego dijo: "¿Puedes prestarme 25 euros?".
El padre se puso muy furioso, y le dijo:
- "Si la razón por la que necesitas
saber lo que gano, es que te preste dinero para comprar un estúpido juguete o
alguna otra cosa sin sentido, entonces vete derecho a tu habitación y
acuéstate. Piensa porqué te estás volviendo tan egoísta. Yo trabajo duro muchas horas al día y no tengo
tiempo para chiquilladas".
El niño se fue tranquilamente a su
habitación y cerró la puerta. El hombre se sentó y comenzó a pensar acerca de
la pregunta de su hijo y en cómo le había desafiado con tales preguntas únicamente para obtener algo de dinero.
Pasada aproximadamente una hora, el hombre se había calmado y pensó que podría
haber sido algo duro con su hijo. Podría ser que él realmente necesitase
comprar algo con esos 25 euros; además, el niño no solía hablar a menudo de
dinero. Entonces fue a la habitación de su hijo y abrió la puerta.
- "¿Estás dormido?", preguntó.
- "No papá, estoy despierto", contestó el niño.
- "He estado pensando que antes tal
vez fui demasiado duro contigo", dijo el hombre. "Ha sido un día
largo y descargué mi ira sobre ti. Aquí tienes los 25 euros
que me pedías".
El niño se incorporó, contento y dijo:
- "Gracias, papá", exclamó, y levantando su
almohada, sacó algunas monedas y unos arrugados billetes.
El hombre, viendo que el niño ya tenía dinero, comenzó a enfurecerse de nuevo. El niño
contó lentamente su dinero y miró a su padre.
- "¿Por qué necesitas más dinero, si ya tienes
bastante", refunfuñó el padre.
- "Porque no tenía suficiente, pero ahora sí",
replicó el niño, y siguió:
- "Papá, ahora tengo 40 euros. ¿Puedo comprar una hora de tu tiempo?"
No hay comentarios:
Publicar un comentario